La tabla de contenidos
La tabla de contenidos: ¡hola!
La introducción: ¿cómo dices?
La promoción: no te he entendido.
Los microrrelatos: perdona, ¿me puedes repetir la pregunta?
Las canciones de la semana: ¿qué? ah, no, no…
La despedida: oye, mejor hablamos otro día.
La introducción
Ey, hola.
Soy Miguel Escribano y estás leyendo Gritando al vacío, la newsletter que se escribe oyendo pitidos agudos. Otros creadores de contenido tienen patrocinadores y yo acuífenos.
¿Tú tienes acuífenos? Yo hace ya muchos años que convivo con ellos. Normalmente son bastante suaves y a veces casi me olvido, pero siempre aparecen para saludar con su clásico “EyyyyyyyyyyyyyyyyyyyiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!”.
Con el paso del tiempo he descubierto que la ansiedad puede potenciarlos, no sé si en términos absolutos o simplemente por prestarle más atención a todo lo que resulta desagradable, pero acaba siendo la pescadilla que se muerde la cola, dando lugar a unas noches despierto buenísimas. El cuerpo humano es fascinante.
El caso es que, entre unas cosas y otras, siempre tengo puesta música o podcasts de comedia para acallar lo que ocurre dentro de mi cabeza, generalmente con cascos. Desde que me despierto, hasta que me duermo, alguna voz o melodía me acompaña en mi existir. Es de lo mejor de mis días.
Por eso me ha venido tan a desmano que se me hayan reventado los tímpanos.
Yikes.
Sí, colega, me he perforado ambos tímpanos por una otitis aguda. Ese es el motivo por el que la anterior edición fue de servicios mínimos, ya que la escribí después de una noche sin dormir en urgencias. Y, sin embargo, demostré mi compromiso ineludible con esta publicación, y contigo, enviado algo de contenido de alta calidad. Si eso no se merece que la compartas con tus amigos, yo ya no sé qué hará falta.
A lo largo de esta semana, en ausencia de mis habituales divertimentos sonoros, he podido aprender y reflexionar sobre múltiples temas. En la línea de mi ya constatada carrera de divulgador intelectual, voy a compartir estos nuevos conocimientos contigo, inestimable lector, para que salgas al mundo más preparado para los peligros que te acechan.
En primer lugar, el desafortunado, y en absoluto apreciado, aprendizaje de que una otitis pueda rajarte los tímpanos. Primera noticia. No lo apruebo. Condena absoluta a este respective. Espero que el gobierno tome medidas.
Segundo, que puedes llegar al punto en que una otitis te raje los tímpanos sin ni siquiera darte cuenta. En mi caso, dejando a un lado un primer día de fiebre, me pasé la semana acatarrado, pero sin molestías en los oídos, hasta la noche en que, de repente, se desató el infierno en el interior de mi cabeza. En cuestión de seis horas pasé de estar bien a tener una dolorosísima presión en los oídos y a, finalmente, hacer pop.
Tercero, el oído, normalmente muro infranqueable que sólo permite el paso al sonido, puede, y llegado el momento debe, convertirse en un acueducto que transporte alegremente líquido acumulado de dentro a fuera. Sí, este punto es innecesariamente descriptivo y asqueroso, pero si yo lo he sufrido, tú también. ¿Sabes qué es más asqueroso aún? El nombre técnico: otorrea. Suena incluso peor que su prima léxica, la diarrea. Es una palabra que genera un rechazo natural al oyente, a menos que ese oyente tenga otorrea, en cuyo caso le da igual porque no oirá una mierda.
Cuarto, el verdadero problema de que te peten los tímpanos no es dejar de oír, que también, sino que oyes más de la cuenta. Sí, oyes menos, pero no tanto en volumen como en términos de definición, de modo que el sonido se vuelve una nube informe y un tanto abrumadora. ¿Los sonidos repentinos? Mazazos en la cabeza. ¿Las conversaciones en salas con un poco de eco? Indistinguibles. ¿Los aplausos y las risas que tanto ansiamos los cómicos? Vietnam.
Además, claramente, los acuífenos que mencionaba antes están a tope, a un volumen ciertamente desquiciante. Pero lo más desagradable (no confundir con doloroso, eso es otro tema), con mucha diferencia, ha sido oír aire, líquidos y burbujas atravesar los tímpanos. 0/5 en Tripadvisor, 5/5 en Dolby Surround. La película mas sonoramente inmersiva y tediosa de Nolan. Lo sé, nuevamente detalles innecesarios, pero si no puedo contarlo en mi newsletter, a dónde vamos a parar. Mejor escribir esto que estar en la calle drogándome y delinquiendo, como el resto de mis coetáneos en Pilares.
Quinto, al parecer esto es relativamente normal y, una semana de antibióticos mediante, acaba cicatrizando solo. La doctora de urgencias hizo mucho énfasis en este extremo para tranquilizarme, ya que, como reflejó en su informe, “el paciente estaba muy angustiado”. Para ser justos, de entre todas las cosas que me han afectado emocionalmente de una forma superlativa en los últimos tiempos, me parece que esta está bastante justificada. Si no te permites a ti mismo estar un poco alterado por tener los tímpanos rotos, apaga y vámonos.
Sexto, y a colación del anterior, he llegado a la edad en la que los médicos que me atienden en urgencias son más jóvenes que yo. Y no sé cómo me hace sentir eso. Bueno, sí. Viejo y confuso. Y me parece que los 28 son una edad de mierda para sentirse viejo y confuso, qué quieres que te diga. ¡Como voy a ser viejo si fui a urgencias con una mochila para luego irme a casa de mis padres a que me cuidasen todo el finde! En fin…
Y, en séptimo y último lugar, al parecer ahora lo que se lleva en el centro de Zaragoza en Pilares es hacer batucadas de tres horas debajo de mi puta casa. Es una actividad lúdica con la que no estoy en absoluto de acuerdo en general, pero en concreto en este momento de mi vida me lleva a cagarme en la maldita estampa y el árbol genealógico completo de todos y cada uno de los participantes, y me incita a hacerles a las membranas de sus tambores lo que la naturaleza le ha hecho a las mías. Estoy bastante seguro de que los bombos rotos no emitirán un pitido continuo que les persiga hasta sus hogares y les acompañe al intentar dormir, pero no se pierde nada por probar.
Como dice nuestro querido amigo y cómico Saad Agusto: putos hippies.
Bueno, pues esa ha sido en resumen mi semana. Una montaña rusa. Pero hay que mirar hacia adelante y centrarse en lo verdaderamente importante: recuperarme y tratar de monetizar esta experiencia en mis monólogos. Que la vida nunca te haga olvidar mercantilizarte.
La promoción
Este mes volvemos a hacer un poquito de impro.
Por un lado, el domingo 27 estaremos en El Refugio del Crápula (Zaragoza) haciendo nuestro show Somardas TV, en el que improvisamos la parrilla televisiva de un canal sin presupuesto.
Unos días después, el jueves 31, haremos una versión reducida del mismo show en un bolo especial de Halloween que monta Click&Plan en la sala Las Armas (Zaragoza).
Este maravilloso evento tiene el peculiar detalle de que está anunciado como un show familiar de magia (a cargo del magnífico Juan Capilla) y humor para toda la familia, de modo que seguramente actuaremos para un montón de niños. Conociéndonos, ¿qué puede salir mal?
Si estás en Zaragoza y tienes críos, tráetelos para que vuelvan a casa con muchas preguntas nuevas sobre la vida.
Por último, el viernes 8 de noviembre vuelvo a Logroño a llevar a cabo mi venganza por el último bolo que perpetramos allí. Esta vez me voy de la mano de mi queridísimo Tonacho, que, además de ser una maravillosa persona humana y cómico, tiene coche para ir y volver a tan lejano lugar.
Si conoces a alguien en tan excelsa urbe, dile que se pase, que va a estar divertido.
Los microrrelatos
La frase de esta semana era Aún juega, sin avergonzarse, con nosotras, sus muñecas. A veces las frasecitas de este puñetero concurso son extremadamente específicas, pero tiene su magia encontrar formas de explorar mundos muy diferentes con algo tan marcado.
Regalos de cumpleaños
Aún juega, sin avergonzarse, con nosotras, sus muñecas. Desde que nació no nos hemos separado de su lado, cumpliendo nuestra misión de servirle y cumplir sus deseos.
Fuimos un regalo de paz, una ofrenda para jurar pleitesía a su padre, que eligió él mismo a las que creía que seríamos más bellas al crecer. Todo por su hijo. Nuestras familias no pudieron oponerse, porque habían caído bajo sus lanzas.
Nunca ha dejado de jugar, pero con los años ha cambiado la forma. Ahora que se pasa los días sentado en el trono sonriendo, nos muestra a nosotras su otra cara. El pueblo conoce al rey, nosotras al monstruo.
Bailando con las manos
Aún juega, sin avergonzarse, con nosotras, sus muñecas. Este pequeño baile de manos lo ha acompañado toda la vida y le ha traído paz en los momentos más complicados. Puede que algunas personas lo hayan mirado raro por la despreocupada forma en que nos menea antes de una importante reunión de ventas o una charla ante un auditorio, pero le da igual, porque vale la pena.
Todas las partes del cuerpo son importantes, pero nos llena de orgullo ayudarle, con esta coreografía infantil, a recordar a la yaya. Esos momentos en los que, a pesar de la silla de ruedas, encontró la forma de bailar con su nieto.
Belleza en la mirada
Aún juega, sin avergonzarse, con nosotras, sus muñecas. Nos viste, nos peina y nos maquilla. A veces incluso nos hace fotos con su vieja réflex.
Hace tiempo que no intenta coser, porque ha aceptado que se pinchará las manos y manchará las telas de sangre. Y, para él, sería un crimen desperdiciar una seda tan suave. Pero no ha perdido su sentido para la belleza, esa capacidad increíble de crear desde la intuición, por la que triunfó.
Algunos días, mientras poso para él, me emociono al pensar que alguien con tanta vista se quedó ciego. Así que hago todo lo que puedo para que la foto sea perfecta.
Las canciones de la semana
Ja, ja, ja.
No.
La despedida
Hasta luego. Chao. Adiós.
Te quiero.