La tabla de contenidos
La tabla de contenidos: mosto.
La introducción: crianza.
Los microrrelatos: reserva.
Las canciones de la semana: gran reserva.
La despedida: vinagre picao.
La introducción
Ey, hola.
Soy Miguel Escribano y estás leyendo Gritando al vacío, la newsletter que se escribe bebiendo una copa de Rioja mientras suena jazz japonés de los 60 en un viejo vinilo. Bueno, lo del vinilo es mentira, que yo sólo escucho la lista de reproducción oficial de la newsletter, pero sí que me he servido un vinito para ponerme a tono.
He de admitir que no suelo beber vino en casa, soy más de cerveza, pero he decidido que hoy era el día adecuado. ¿Por qué? Por nada en concreto, en realidad. Simplemente, al entrar a la cocina he visto un par de botellas que tengo ahí muertas de asco y he pensado ¿por qué no?
Estas botellas en cuestión me las han regalado en el último año y las estaba guardando para alguna ocasión especial, por aquello de darles valor. Y, con ese noble propósito de honrar el cariño con el que me fueron obsequiadas, han estado cogiendo polvo en mi encimera con futuro incierto.
¡Pues se acabó! ¡No voy a seguir siendo esclavo del miedo a derrochar un bien fungible en un momento subóptimo!
Hay que disfrutar la vida y la vida es hoy, de modo que voy a invitarme a mi mismo a una cita (no sé si romántica o platónica, ya veremos si los taninos me ponen cariñoso) con unas copas de vino y unas tostadas de salmón ahumado. Y veré una película que me guste. Y puede que incluso luego, si la cosa va bien, me de un paseo y me acompañe de vuelta al portal, para entonces tener un momento de juvenil nerviosismo mientras jugueteo con las llaves antes de sugerir subir a tomar una última copa a mi casa.
¿Quizás esto sea una forma extremadamente elaborada de justificar emborracharme a solas en mi piso un sábado y acabar balbuceando chistes completamente desnudo en mi sofá? Bueno, yo prefiero llamarlo autocuidados.
No es mi intención usar esta desenfadada publicación para hacer apología de las bondades de los autocuidados y el organizar actividades para uno mismo, pero de vez en cuando viene bien un recordatorio de que no es necesario sobrevivir como un mapache en un cubo de basura, cenando embutido de Mercadona directamente del envase y reservando la dignididad humana para las reuniones sociales. Hacer cosas agradables sin mayor recorrido ni expectativa es sano y ciertamente recomendable.
Así pues, estimado lector, te invito a que esta semana te des un capricho que normalmente sólo te plantearías para agasajar a un amigo o una pareja.
¡Cocina un banquete real para ti y tus pelusas de debajo del sofá! ¡Vístete de gala para bailar Dancing queen delante del espejo! ¡O compra bombones y rosas para tapar la incómoda verdad sobre aquella persona que has conocido en el trabajo y por la que has estado volviendo tarde a casa! Cualquier plan será mejor que la cotidianidad y sus severos problemas estructurales sin visos de mejora.
¡Viva la vida! ¡Y viva el vino!
Los microrrelatos
La frase de esta semana era “¿Puedo pedir otro deseo?”. Si tuviese un genio a mi disposición, mi deseo sería librarme de esta condena autoimpuesta de tener que escribir relatos usando las frases introductorias de un concurso en el que ya ni siquiera participo, pero no es el caso, de modo que allá vamos.
El tercer deseo
“¿Puedo pedir otro deseo?”
El djinn te mira con una mezcla de estupor y repulsa.
Durante unos instantes sólo hay silencio. Es el silencio más intenso que has sentido en toda tu vida, únicamente roto por el viento fuera y el leve crujir de las vigas dentro. Un contraste indescriptible con el bullicio de la ciudad minutos antes.
“Sí… claro… aún te quedan dos más. Pero, ¿qué más podrías querer?”
“Mi segundo deseo es que vuelvas a revivirlos a todos.”
Tras un momento, asiente confuso.
“Y… ¿el tercero?”
Sonríes.
“Que recuerden lo que ha pasado y que crean que lo puedo volver a hacer.”
La persona en el espejo
¿Puedo pedir otro deseo? Un buen sueldo, una mujer que me adora y unos hijos listísimos y guapísimos. ¿No es acaso la vida perfecta?
Cada día tengo que fingir que soy feliz. Sonrío a los vecinos. Estrecho la mano de compañeros y clientes. Llego a casa y abrazo a mi familia.
Pero sólo pienso en llegar a mi cuarto y echar el pestillo. Sentarme frente al espejo y maquillarme. Cambiar la voz y decir mi nombre al reflejo.
Y entonces soy feliz de verdad. Porque durante ese instante ya no soy Julián.
Soy Funzo el payaso, y algún día os haré reír y soñar.
La vela de cumpleaños
“¿Puedo pedir otro deseo?” preguntó al ver que quedaba una vela encendida.
“Sí, pero piénsatelo bien, que no todos los días es tu cumpleaños.” dijo su abuelo con una sonrisa.
Todos esperaron a que soplase para poder partir la tarta, pero no hizo amago de moverse y una profunda arruga se dibujó en su ceño mientras miraba la llama.
Tras unas horas, los familiares se fueron y sus padres le dieron la cena, aún con la vela ardiendo.
Cuando despertaron a la mañana siguiente descubrieron sorprendidos que aún no se había apagado.
“¡Se ha cumplido!” rio feliz “¡Ahora todos los días serán mi cumpleaños!”
Las canciones de la semana
Esta semana tocan temazos nuevos y reencontrarse con otros más antiguos. Son estilos bastante diversos, pero creo, desde mi humildísima opinión, que he hecho un excelente trabajo ordenando las transiciones. De nada.
Como siempre, puedes escuchar la lista completa aquí.
La despedida
Hasta luego. Chao. Adiós.
Un beso.
Se que te mola ponerte en ridículo y yo no soy quién para negártelo, pero ese envase con m antes de b me ha causado un pinchazo real en la córnea