La tabla de contenidos
La tabla de contenidos: esto.
La introducción: lo de después de esto.
La promoción: dame tu dinero y lo intercambiaré por risas.
Los relatos en cadena: microrrelatos, el formato literario más comercial.
Las canciones de la semana: escúchalas, si quieres.
La recomendación parcial: como cuando no puedes apartar la vista de un accidente.
La recomendación total: como cuando no puedes apartar la vista de un cachorrito.
La despedida: aquello que está al final.
La introducción
Ey, hola.
Soy Miguel Escribano y esta es mi newsletter “Gritando al vacío”. Hoy voy a intentar no hacer una introducción de mil palabras, que ya hay suficiente contenido luego.
El otro día estaba tranquilamente sentado en el váter haciendo caca, como es mi prerrogativa de ser vivo con tracto digestivo, cuando de repente noté un cambio de luz que no entendí muy bien de primeras. Tras unos segundos me di cuenta de que una bombilla que llevaba un tiempo fundida se había encendido.
Esto me causo gran sorpresa, ya que, si bien comprendo y acepto el inevitable ciclo vital que la obsolescencia programada impone a los bienes fungibles del hogar, nunca me había enfrentado a una bombilla rebelde que le diga fuck you a la todopoderosa industria de la iluminación para volver a brillar tras un largo periodo de descanso. Obviamente, el regreso de esta bombilla pródiga a mi hogar me lleno de alegría y procedí a sacrificar una res en su honor, lo cual es ciertamente difícil de hacer con los pantalones bajados.
Sea por lo inesperado de la situación o por tener parte de la sangre del cerebro dedicada a hacer fuerza en el abdomen, un pensamiento animista anidó en mi mente habitualmente científica, a saber, que esa bombilla contenía un hada que había vuelto para visitarme y hacerme compañía.
¿Y no es acaso esta una idea hermosa? ¿No dota a la realidad de una mística pátina feérica pensar que los electrodomésticos que nos rodean contienen a pequeños geniecillos que velan por nosotros? ¿No te llena de jubiloso gozo pensar que el fluorescente de la cocina parpadea al encenderlo, no por desgaste e inminente necesidad de reemplazo, sino porque el ancestral espíritu que lo habita se está desperezando al haber sido despertado de su habitual siesta?
Esta experiencia me ha hecho plantearme la vida de una forma nueva y más bonita, de modo que veía importante y generoso compartirlo contigo. Como importante y generoso es que compartas esta newsletter con alguno de tus conocidos y amigos. ¡Que vivan las hadas! ¡Yo creo, sí creo!
La promoción
Es mi obligación contractual conmigo mismo hacer spam masivo de mis shows, de modo que vuelvo a dejarte por aquí el cartelito del espectáculo que hago el domingo 29 de septiembre con mi compañero Sito en El Refugio del Crápula (Zaragoza).
Por otro lado, mi compadre y socio Sergio Ronda estrena este jueves 19 su primer show unipersonal “Gracias por su visita” nada menos que en la sala Las Armas (Zaragoza). Habiendo visto gran parte del espectáculo y habiendo hecho juntos la comedia durante más de dos años puedo asegurarte que va a estar bien divertido.
Los relatos en cadena
Como comenté en la anterior newsletter, uno de mis objetivos de esta temporada es participar todas las semanas en el concurso Relatos en cadena de la Cadena SER, que va de escribir un microrrelato de 100 palabras que complete una frase que te dan. La gracia es que la frase con la que tienes que iniciar tu relato es la última frase del que ganó la semana anterior, de ahí lo de que estén encadenados.
Mi propósito es escribir dos o tres relatos distintos cada semana para explorar distintas historias a partir de un mismo comienzo. A ver cómo queda la cosa.
En esta ocasión la frase era Nuestros nombres eran los meses del año.
El sueño de nuestra madre
Nuestros nombres eran los meses del año. Madre siempre tuvo claro que quería doce hijos. Desde pequeña le apasionaron los cumpleaños, la algarabía que los rodeaba, de modo que soñaba con una familia donde se celebrasen todos los meses. Así se lo hizo saber a padre; cuando padre murió, a Johan; y, cuando Johan se fue, a Frederic.
Desde que madre cumplió su sueño ha sido una mujer feliz. Ya apenas se enfada, y eso es bueno para todos. Sus enfados eran terribles. Y nada la enfurecía más que que un hijo naciera en el mes que no le tocaba. Aún hoy, a veces visito sus tumbas.
La caída
Nuestros nombres eran los meses del año. Los hombres nos rezaban y ofrendaban sus carneros. Nuestra palabra era ley y nuestras acciones sagradas.
Podíamos hacer lo que quisiéramos sin importar las consecuencias. Incluso cuando Valir se enfureció con aquella muchacha y arrasó una ciudad, los sacerdotes lo aclamaron como un acto de justicia. Al fin y al cabo, los dioses no pueden equivocarse.
En nuestra arrogancia creímos que nuestra suerte duraría para siempre y que nuestro periplo había terminado. Nos convencimos de que no tendríamos que volver a huir. Esta tierra era nuestra.
Pero entonces descubrieron que no éramos inmortales.
Las canciones de la semana
He decidido que voy a empezar a compartir contigo algunas de las canciones que Spotify me vaya tirando a la cara y que me entusiasmen (el ratio de acierto del “Descubrimiento semanal” de Spotify es apabullante).
He pensado si dar explicaciones de por qué las incluyo, pero paso. Si las escuchas y te gustan a ti también, eso que te llevas. Si no, pues a otra cosa.
La recomendación parcial
Esta semana he visto algo que me ha fascinado e impactado mucho, pero que no puedo recomendar a todo el mundo, por motivos que quedarán claros en un momento.
Hace unos días se publicó en Prime Video la mini-serie documental de tres episodios “Cómo cazar a un monstruo” de Carles Tamayo. Tamayo ha ganado bastante fama en los últimos años gracias a sus reportajes de investigación en Youtube donde, entre otras cosas, se infiltra en sectas y estafas piramidales. Este es su primer trabajo para una gran plataforma, pero intuyo que no será el último.
El Masnou (Barcelona), localidad natal de Carles, se vió sacudido en 2019 cuando Lluis Gros, dueño del cine del pueblo, fue condenado a 23 años de cárcel por múltiples casos de abuso y prostitución de menores acaecidos entre 2007 y 2011. Este señor era una persona muy conocida en el pueblo y tenía una estrecha relación con la familia de Tamayo desde que este era pequeño, hasta el punto de que había estrenado sus primeros cortometrajes en esa sala siendo adolescente.
Pero esto no dejaría de ser otro horrible caso de vileza humana destinado a copar las noticias de sucesos durante una semana y luego desaparecer, si no fuese por lo que ocurrió a continuación. Meses después de la sentencia, Lluis Gros comenzó a llamar a Tamayo con el objetivo de que lo entrevistara. Inicialmente Carles se negó, pero, ante la insistencia del tipo, acabó quedando con él con la esperanza de que, quiźas, su objetivo fuese disculparse públicamente con las víctimas. Ese primer encuentro fue grabado y está en el documental, pudiendo únicamente calificarse como surrealista. No sólo negaba los hechos por los que había sido condenado y afirmaba haber sido víctima de un montaje, sino que su objetivo era que Tamayo contase la historia de su vida y su amor por el cine.
Carles, evidentemente, mandó a la mierda a Gros. Pero a medida que pasaban las semanas sin que este señor entrara en prisión empezó a plantearse una pregunta: ¿por qué sigue este monstruo en la calle teniendo una sentencia en firme? Y, por motivos en los que no entraré para no desvelar demasiado, acabó surgiendo otra duda aún más significativa: ¿cuántos casos más ha habido de los que no se sabe nada?
De modo que volvió a contactar con Lluis y le planteó un trato: haría un documental sobre él a cambio de tener completo acceso a su vida diaria y poder publicar el resultado final, aunque este fuese confirmar su culpabilidad. Y el tipo aceptó.
Que este acuerdo se diera y todo lo que ocurrió en los meses siguientes, delante de cámaras y micrófonos, es inexplicable si no se entiende a través de un concepto que articula el documental: la impunidad. A lo largo de tres horas de serie (y entiendo que han quedado fuera varios cientos de horas de material igual de absurdas) vemos a Lluis Gros hacer y decir cosas que lo retratan como la auténtica basura humana y peligro para la sociedad que es, con la naturalidad y tranquilidad que sólo puede tener el que ha llegado a viejo sin ver ni una sola consecuencia a sus actos.
En paralelo, Tamayo y su equipo van tirando del hilo para sacar a la luz, a través de testimonios de víctimas, una historia que abarca décadas de silencio y encubrimiento, y, en última instancia, deficiencia (rayando la incompetencia) judicial y policial. Te juro que a medida que descubren lo que ha pasado me daban ganas de pegarle un puñetazo a la pantalla.
No voy a entrar en más detalle por si finalmente la ves, pero hay dos elementos que quiero remarcar de este documental.
Por un lado, hay una sensación constante de que es una serie de ficción guionizada, debido a lo que llega a ocurrir en pantalla. Sin embargo, he de recalcar que esto es un documental puro. La magia surge de la combinación de la creencia de impunidad de Gros que he mencionado antes (el tipo llevaba voluntariamente un micro de corbata siempre que estaba con Carles y había firmado una cesión total de derechos de imagen porque no pensaba que le fuese a impactar negativamente) y la metodología de trabajo de Tamayo, basada en pasar muchísimas horas con Lluis y grabar ABSOLUTAMENTE TODO, incluyendo llamadas de teléfono y reuniones con su equipo. Esto, sumado a las dos o tres casualidades útiles que ocurrieron a lo largo de la grabación, que quedan subrayadas al condensar meses de grabación en tres horas, dotan al conjunto de un tono onírico rarísimo.
Por otro lado, a pesar de dedicar muchos meses a convivir con este señor, Tamayo no le muestra en ningún momento ni un ápice de complicidad ni validación. La premisa que le plantea desde el primer minuto es que lo considera culpable y que debería estar en la cárcel. Al fin y al cabo, no podemos olvidar que Carles esquivó la bala de ser una de las víctimas, y esa sensación de horror está presente en todo momento. Y aún así, Lluis no para de intentar congraciarse con él y considera que son amigos, a pesar de que lo que recibe como respuesta la mayoría de las veces es un silencio gélido. Mención especial para la escena del chiste del coche y la capacidad de Tamayo para contenerse y no agredir físicamente a Gros en ese momento. No puedo llegar a describir lo que sentí al verlo.
“Cómo cazar a un monstruo” es una serie increíble, en el sentido más literal de la palabra. Es difícil creer que este producto audiovisual exista, pero eso es más una cuestión de nuestra percepción autodefensiva de la sociedad y la naturaleza humana. Sin embargo, el hecho es que existe y es algo único. Y además contiene una narrativa fascinante y adictiva, que te agita constantemente, con un final que parece sacado de una sátira. Por ello creo que vale mucho la pena verla, aunque sólo sea para quedarte en silencio al terminar y que se te escape en voz baja un “wow…”.
Sin embargo, no es una serie que deba ver todo el mundo. No es mi caso, pero creo sinceramente que, si has vivido en tus carnes o en tu entorno cercano un caso de abuso, ver este documental puede despertar muchas heridas y miedos, sobretodo por la galopante impunidad de los agresores e indefensión institucional y social de las víctimas que retrata.
A partir de ahí, tu decides, estimado lector. Si le das una oportunidad, ya me dirás qué te parece.
La recomendación total
Para compensar y no quedarnos con algo tan truculento, tengo una recomendación para todo el mundo de una serie de ocho episodios que también está en Prime Video: ”Jury Duty”.
“Jury duty” es un concepto híbrido maravilloso de documental, reality show y sitcom que no sé si se volverá a hacer por lo absurdamente complejo de su producción. Nuevamente, un producto increíble y único.
La premisa es que la serie documentaliza un juicio falso en Estados Unidos en el que todos los participantes son actores excepto uno de los miembros del jurado popular, Ronald Gladden, que cree que está participando en un litigio civil de verdad. A partir de ahí los guionistas fuerzan una serie de situaciones que obligan a aislar al jurado en un hotel durante la duración del juicio para que Ronald pase todo el tiempo posible interaccionando con la ristra de personajazos que le ponen alrededor.
Y ahí surge la magia, en Ronald siendo Ronald, una persona puramente buena y que busca hacer las cosas bien en todo momento, sea en la sala del juzgado o charlando a solas con el más cafre de sus compañeros. El diseño de personajes está pensado para dar suficientes razones como para que desdeñe o se enfade con las estúpideces que le echan a la cara, pero los mismos productores se sorprendieron por su forma de reaccionar.
Si “Cómo cazar a un monstruo” es un retrato de las abominaciones que llega a cometer una persona mala cuando no hay consecuencias, “Jury duty” es una muestra de la bondad pura que tienen dentro algunos individuos aún cuando no hay alicientes para ello.
Voy a dejar un momento a un lado el personaje y te voy a ser sincero. Esta serie me emocionó mucho por motivos que no me voy a poner a explicar ahora, hasta el punto de que lloré en algún momento por la ternura que me inspiró, y me hizo desear ser más como Ronald en mi vida diaria. Es una serie hermosa que ilumina y da esperanza. Pero es que además es muy divertida. Tienes que verla y ya.
Igual que en el caso anterior, coméntame algo si le das una oportunidad.
La despedida
Hasta luego. Adiós. Un beso.
Chao.