La tabla de contenidos
La tabla de contenidos: mejor trailer.
La introducción: mejor dirección novel.
La promoción: mejor cartel promocional.
Los microrrelatos: mejor guión de cortometraje.
Las canciones de la semana: mejor banda sonora original.
La despedida: mejores títulos de crédito.
La introducción
Ey, hola.
Soy Miguel Escribano y estás leyendo Gritando al vacío, la newsletter a la que no le han dado ningún Goya. Es una vergüenza que, en pleno 2025, se le siga exigiendo a una producción ser audiovisual para poder optar a un premio de cine. De no ser por esta injusticia, estoy seguro de que esta publicación se hubiera llevado un par de estatuillas. Seguramente hubieran sido las de vestuario y maquillaje, ya que me pongo como un pincel para escribir estas misivas; espero que lo puedas apreciar en mis palabras.
Te lo digo ya, mi inestimable lector, no he visto nada de la gala, ni pienso hacerlo. Mi psicóloga me ha enseñado que tengo que valorarme y dejar atrás a los que no lo hagan, de modo que no voy a gastar ni un minuto de mi vida en un evento que no ha tenido a bien ni invitarme a posar en la alfombra roja. Ya llorarán, ya.
Pero bueno, ¿tú qué tal? ¿Ya te has recuperado del enero con el que nos ha obsequiado el 2025? Si hubiese justicia en el mundo, se le daría un Oscar honorífico a mejor guión a este mes que acaba de terminar, pero ya sabemos que los premios son todo mamoneo. Hay quien dirá que lo de que el abrupto colapso de Estados Unidos en una distopia tecno-teocrática es una copia más que evidente de El cuento de la criada y que lo del meteorito que se va achocar con la Tierra ya lo gestionó Bruce Willis en Armagedon. Sin embargo, nadie se había planteado juntar ambas tramas para crear este mejunje de horror existencialista. Sencillamente brillante.
Yo estoy esperando a que las casas de apuestas se pongan las pilas con los eventos que se vienen para poder meterle diez eurillos a que el pedrolo cae en un Zara. No creo que lo paguen muy bien, porque hay muchos, así que la probabilidad será alta, pero lo hago más por la ilusión que por el dinero. Hay que ponerle emoción al fin del mundo, que, si no, se hace muy cuesta arriba.
¿Qué nos deparará febrero? ¿Colapsará la burbuja tecnológica arrastrando a la economía global? ¿Invadirá China finalmente Taiwan dando comienzo a una guerra de escala continental? ¿ O quizás Ayuso anunciará un golpe de estado en directo en el programa de Ana Rosa acompañada de un imitador de Hitler para recogijo de los espectadores?
No tengo ni la más remota idea. De lo que sí estoy seguro es de que, hasta el día que la onda expansiva de una explosión termonuclear arranque y carbonize simultáneamente la carne de mis ajados huesos, seguirás recibiendo esta newsletter cada domingo con todo mi amor.
Pasa una buena semana.
La promoción
El próximo domingo 16 contaremos con la actuación de Alex Ayres a las 19:00 en El Refugio del Crápula.
Alex es un cómico británico afincado en Barcelona que, además de ser muy gracioso, se ha convertido en la imagen de marca de nuestras queridísimas patatas Jumpers y de la Sociedad Deportiva Ejea. Las vueltas que da la vida.
Vente a que el muchacho te cuente sus aventuras por el mundo.
Los microrrelatos
La frase de esta semana es cortesía de mi señor padre: El despertador sonaba treinta segundos cada cinco minutos. Personalmente considero que es un soplo de aire fresco comparada con algunas de las que he tenido que usar recientemente. En cualquier caso, los textos han salido igual de oscuritos que siempre, ya lo siento.
Recuerda que, si te apetece enviarme otra frase para que escriba relatos, la recibiré encantado y la usaré en futuras entregas.
Como cada día
El despertador sonaba treinta segundos cada cinco minutos. Cada día lo apagaba tres veces antes de lograr incorporarse.
Con la mirada perdida en la oscuridad tras la ventana, se preguntaba si algo de todo aquello tenía sentido. Pero, después de tanto tiempo, la rutina era lo único que le quedaba, de modo que se enfundaba su mono de trabajo y se dirigía a la cocina a por café.
Como cada día, trabajaba en las tareas de mantenimiento de la nave y revisaba el estado de los criogenizados hasta la cena. Entonces volvía a ver la misma vieja película de siempre y, como cada noche, se iba a dormir.
Se lo llevaron
El despertador sonaba treinta segundos cada cinco minutos, pero aquella mañana no había nadie para apagarlo. Faltaban él y su pijama, que llevaba puesto cuando lo sacaron a rastras en mitad de la noche.
Los vecinos oyeron gritos y vieron cómo lo metían al furgón, pero no se atrevieron a intervenir. Los familiares denunciaron y reclamaron, pero no recibieron respuesta. Un periodista filtró que había sido un error burocrático, pero que nunca lo reconocerían.
De modo que su piso fue incautado y pasó a pertenecer al Departamento Nacional de Seguridad. Ahora vive allí uno de los que se lo llevaron, que apaga el mismo despertador por las mañanas.
Cinco minutos más
El despertador sonaba treinta segundos cada cinco minutos, y cada vez me giraba para darte un beso y abrazarte. Tú refunfuñabas un poco, pero siempre me devolvías el abrazo.
Solías creer que ponía la alarma tan pronto porque me costaba levantarme y me daba miedo llegar tarde al hospital, pero la verdad es que lo hacía para poder despertarme varias veces a tu lado cada día.
Era un momento de paz muy pequeño antes de la tormenta de cada mañana, pero, desde que nos dieron la noticia, me prometí aprovechar al máximo cada segundo juntos.
Ahora que ya no estás, desearía haber puesto el despertador cinco minutos antes.
Las canciones de la semana
La lista de reproducción entera está aquí.
La despedida
Hasta luego. Adiós. Un beso.
Chao.