La tabla de contenidos
La tabla de contenidos: “Vamos a ver la cartilla de vacunación.”
La introducción: “Lo primero, medir y pesar.”
La promoción: “¡Qué niño más guapo!”
Los microrrelatos: “Le recomiendo el libro del Dr. Spock. No, el de Star Treck no, el médico.”
Las canciones de la semana: “Cinco lobitos tiene la loba” y otros clásicos.
La despedida: “Hasta la próxima. Y pónganle un gorrito, que no coja frío.”
La introducción
Ey, hola.
Soy Miguel Escribano y estás leyendo Gritando al vacío, la newsletter que ha cruzado el ecuador de su primer año de vida. No estoy muy seguro de cómo se corresponde el desarrollo cognitivo de las publicaciones de entretenimiento con el de los seres humanos, pero, ya que no se me ocurre nada mejor para esta introducción, echemos un vistazo a las características de los bebés de seis meses para ver en qué punto estamos.
Según UNICEF, nuestra estimadísima publicación de veintisiete semanas de edad debería estar mostrando los siguientes hitos madurativos, o de lo contrario tendremos que acudir al pediatra de newsletters (y la lista de espera es superior a la esperanza de vida de las mismas, así que mal asunto):
Está normalmente alegre: creo que, si hay un adjetivo que puede definir los contenidos y la línea editorial de Gritando al vacío, sin duda “alegre” es el más adecuado. Siempre y cuando nos refiramos a la característica alegría de rebozarse en el nihilismo y la futilidad de la existencia humana, claro. Pero al final todo son estilos.
Responde a las emociones de los demás: absolutamente. A raíz de algunas publicaciones, familiares y amigos regularmente expresan emociones que oscilan entre la extrañeza y la consternación, y consiguientemente reciben como respuesta exabruptos y distanciamiento.
Disfruta jugando con otras personas: quizás no tanto como debería. Por ejemplo, para escribir esta entrega el autor ha decidido abandonar un bar en el que se encontraba reunido con algunas otras personas, que no se lo han tomado a bien, por cierto. Pero todo sea por las letras y por ti, mi queridísimo lector.
Se divierte mirándose en espejos: vaya que sí. ¡Oh, la deliciosa masturbación del ego! ¡La autoreferencia compulsiva! ¡La ominosa y completamente innecesaria prosa lírica! El mero hecho de lanzar contenido a la red de redes es en sí siempre un acto de observación y oda a uno mismo, y esta newsletter es un exponente excelso de ello. ¡Viva yo!
Reconoce y responde a su nombre: me atrevería a decir que sí, siendo que todas las entregas comienzan con el ya mítico
Soy Miguel Escribano y estás leyendo Gritando al vacío.
Pero nunca se sabe, igual simplemente es como los loros que se aprenden una frase y a repetirla día sí, día también.
Hace ruidos para expresar emociones positicas y negativas: efectivamente, como me han hecho notar mis queridos progenitores, Gritando al vacío hace un uso muy liberal de un florido y rico repertorio de términos malsonantes. Esto es, sin duda alguna, síntoma de buena salud y presagio de un espíritu esplendoroso. Vamos, que la puta hostia de bien.
Empieza a articular vocales y respeta los turnos de la conversación: en este punto no estoy seguro. ¿Tú qué opinas, estimado lector?
[…]
Ajá, ya veo.
[…]
Vaya, sí que tienes cosas interesantes que decir. Eres una persona fascinante. ¡Gracias por tu aportación!
Es curioso: eso ante todo. A lo largo de los últimos seis meses, esta incisiva publicación ha explorado multitud de cuestiones, siendo las más abordadas “¿Por qué cojones me hago esto?” y “¿Cuánto va a durar la jodida broma?”. De momento no se han encontrado respuesta a ninguna, de modo que habrá que seguir indagando.
Intenta agarrar objetos y llevárselos a la boca: sí, en concreto botellines de cerveza durante el proceso de escritura.
Empieza a sentarse derecho sin ayuda: sí, pero menos con cada botellín.
Rueda en ambas direcciones: en ocasiones, por ejemplo, al leer las frases con las que hay que escribir los malditos microrrelatos. El autor suele acompañar este retorcerse con alaridos y esputos, hasta que, varias horas más tarde, finalmente se tranquiliza y se pone a ello, normalmente a altas horas de la mañana y con un humor de perros. El proceso literario, vamos.
¡Bueno, bueno! No soy médico, pero, en conjunto, me parece que hemos marcado casi todos los checks y podemos estar razonablemente tranquilos con la evolución del peque. ¡Qué alegría! ¡Yo me temía que nos hubiese salido tonto!
Pero no lancemos las campanas al vuelo, que ya veremos cómo llegamos a la pubertad.
Hasta entonces, pasa una buena semana.
La promoción
¡Volvemos a traer a cómicos buenísimos de Barcelona! El sábado 1 de febrero a las 19:00 contaremos con Héctor Ayala y Olga Camacho en El Refugio del Crápula.
Héctor y Olga actúan sobre todo en inglés y lo petán al nivel de haberse hecho giras internacionales teloneando a cómicos de primer orden como Michelle Wolf (y que les llamasen para ir al Got Talent de Rumanía, que fue una anécdota bastante graciosa, pero eso igual mejor que os lo cuenten ellos).
En esta ocasión se pasan por Zaragoza a actuar en castellano para nuestro gran regocijo y no puedo dejar de recomendarte que vengas a verlos.
Hablando de giras internacionales, el Andrés y un servidor nos vamos el jueves 6 de febrero a actuar a María de Huerva. No tiene el mismo glamour que decir que has actuado en Glasgow o en Los Ángeles, pero igualmente hay gente maravillosa a la que hacer reír.
Si resulta que te cae a mano, será en el Potri’s Tavern a las 20:00 y la entrada es libre hasta completar aforo.
Los microrrelatos
La maldita frase de esta semana era Desde entonces no encontramos mano de obra. Me voy a callar, porque si digo lo que pienso de tener que inventarme relatos que empiecen de esa forma tan rebuscada me llevan preso.
La tormenta
Desde entonces no encontramos mano de obra. Se llevaron a todos los que tenían fuerza para trabajar y sólo quedamos los enfermos, ancianos y niños.
Ni siquiera salvaron a los niños. No había sitio para todos, y una vez allí podrían engendrar más. Una decisión lógica y monstruosa, como sólo podría tomar él. “Lo más importante es el futuro de la humanidad” dijo siempre.
Aquí no hay futuro, así que quedamos los que somos pasado. Y tenemos que apañarnos para sobrevivir hasta que se cumpla su profecía. Hasta que empiece la tormenta de fuego.
Quién sabe. Puede que, ahora que somos muchos menos, ni siquiera llegue nunca.
La fábrica
Desde entonces no encontramos mano de obra. Nadie se atreve a acercarse al edificio, mucho menos entrar en él.
He intentado sobornarlos por todos los medios, porque, si no se reanuda pronto la producción, acabaré en la quiebra. Pero es en vano. Saben que yo tampoco he tenido el valor de volver a poner un pie allí.
Lo que más me atormenta son los cuerpos. O lo que quede de ellos. Veo las ofrendas de sus familias en la carretera y su dolor por no poder velarlos.
Así que he mandado llamar a un cazador. Costará una fortuna, pero quizás nos libre de lo que hemos desenterrado.

Las canciones de la semana
Como siempre, la lista entera se puede escuchar aquí.
La despedida
Hasta luego. Chao. Adiós.
Un beso.