La tabla de contenidos
La tabla de contenidos: Tuenti
La introducción: Twitter
La promoción: Facebook
Los microrrelatos: Instagram
Las canciones de la semana: Tiktok
La despedida: Bluesky
La introducción
Ey, hola.
Soy Miguel Escribano y estás leyendo Gritando al vacío, la newsletter que mira al pasado con una mezcla de nostalgia y vergüenza ajena.
Hace un par de días, a raíz de ver a unos cuantos conocidos comentarlo, me hice cuenta en Bluesky. Por si no estás, como quien dice, en la onda, Bluesky es una red social que se originó hace años como un proyecto de I+D de Twitter, cuyo propósito era llegar a ser un lugar de internet mejor y menos controlado por megacorporaciones, que posteriormente se independizó, y que en las últimas semanas ha pasado de ser relativamente desconocida a recibir de golpe la llegada de millones de nuevos usuarios, entre ellos un servidor.
Ya había mucha gente discutiendo alternativas a Twitter desde que el bueno de Elon Musk lo compró en 2022, pero ahora que “““X””” (el mero hecho de escribirlo me genera malestar físico) ha tocado fondo y cumplido su función de aupar al hombre más rico y megalómano del planeta a una posición gubernamental en el ejecutivo más absurdo y reaccionario (que ya es decir) de la historia del país más poderoso e influyente del mundo (qué cantidad de “mases”), convirtiéndose en el proceso en una plataforma optimizada para la difusión de bulos y la promoción de la ultraderecha en la que es bastante desagradable habitar, mucha gente ha pensado que igual era hora de mudarse (entre ellos unos absolutos hippies revolucionarios como The Guardian). Luego también está lo de que van a empezar a vender los datos de los usuarios para entrenar IAs quieran o no, que todo suma.
Pero las terribles implicaciones sociopolíticas de lo que ha pasado con Twitter y cómo el mundo ha empeorado a raíz de ello no son el motivo por el que me he metido a Bluesky. De hecho llevaba un par de años sin usar Twitter, y antes de eso había tenido una relación intermitente, porque nunca me ha sentado lo que se dice bien, bien. Twitter ya era un pozo infecto antes de Elon, y yo tengo una peligrosa tendencia a los atracones de contenido, así que he llegado a necesitar bloquearme el acceso en el ordenador y el móvil.
Entonces, ¿por qué? Primero de todo, porque soy imbécil y no aprendo. Pero, en segundo lugar, porque me pudo la nostalgia.
Verás, estimado lector, yo atesoro el recuerdo de un Twitter diferente, un lugar en el que éramos muy tontos y nos divertíamos mucho. Mi primera cuenta la creé en junio de 2011 y empecé a meterle tralla en 2012. A la tierna edad de dieciseis añitos, me obsesioné, junto a mi amigo Pablo, con ese mágico rincón de internet que era Twitter España por aquel entonces. Y cuando digo “obsesión” me refiero a que nos hicimos unas putas camisetas con nuestros arrobas de Twitter para que ir a eventos y que la gente nos siguiera.
The real shit.
Esto se sumó a que, por motivos que no vienen al caso, mi círculo social cambió mucho de repente y empecé a remodelar mi identidad alrededor de las comunidades online. Y no sé si tienes en mente cómo era un adolescente con carencias afectivas y orgullosamente friki en internet en 2012, pero duro de gestionar.
Sin embargo, éramos felices. Había un montón de gente muy ingeniosa diciendo cosas graciosas e interaccionando entre ellos creando una suerte de folletín narrativo ligero con un lenguaje propio. Podías incluso responderles y tratar de formar parte de eso. Era un lugar muy tonto en el que no hacía falta pensar muy en serio en nada. O al menos así es como lo recuerdo. Me tendrás que disculpar las lagunas, ya que dormía muy poco para estar más tiempo online.
De modo que hace dos días me golpeó esa añoranza y la promesa de que Bluesky, estando menos poblado, pudiese ser algo parecido fue una tentación lo bastante grande como para hacerme picar.
Pero, una vez dentro, con una cuenta nueva y cero seguidores, he recordado algo más de aquellos tiempos pretéritos: el vacío.
El nombre de esta newsletter, Gritando al vacío no está escogido al azar. No es una propuesta simbólica ni una reflexión metafórica. No es el incisivo título de una autobiografía de un artista incomprendido que está encantado de conocerse. Es prácticamente la descripción literal de lo que hice durante años en internet: escribir sin parar a la nada sin recibir ninguna respuesta. Como un niño pequeño que responde a los personajes de la tele cuando hablan y piensa que es parte de la historia.
En un acto de deliberado masoquismo, hace un rato he mirado mis publicaciones de aquella maldita cuenta de Twitter, cuyas credenciales hace mucho que perdí y que por tanto no puedo erradicar de la faz de la Tierra. Los últimos mensajes datan de 2015 y el panorama es desolador. Me imagino cómo podía ser ver desde fuera a ese chaval escribiendo montañas de tweets inconexos a los que no reaccionaba nadie y se me pone mal cuerpo.
No joke here.
Supongo que es normal sentir vergüenza por las tonterías que hiciste hace diez años y que era la forma que ese joven yo tenía para lidiar con la falta de herramientas sociales y emocionales, pero, joooder, que ahí ya estaba en la carrera.
En fin, que no quiero que vuelva a pasar eso. Hoy en día tengo este espacio en el que hay gente que realmente consume lo que genero y quiero centrarme en ello.
Ahora bien, después de esté desagradable viaje por el museo de los recuerdos, se plantea la pregunta de rigor. ¿Voy a seguir usando el puñetero Bluesky? Y la respuesta es que seguramente sí, porque como ya dije anteriormente, no aprendo, pero también porque creo sinceramente que a lo mejor me sirve para hacer networking profesional de cara a meter un piececillo en la industria, que sé que los guionistas son muy de estar por ahí. A ver en qué acaba la cosa. A lo mejor vuelvo a ser el tipo raro que le responde los tweets a desconocidos que nunca le dicen nada de vuelta. Who knows.
Y después de abrirte mi corazón y mis recuerdos de adolescencia, te deseo que pases un maravilloso domingo lejos de las malditas redes sociales y que disfrutes de algún placer analógico. ¡Muac!
La promoción
Este miércoles 20 a las 21:00 vuelvo a enarbolar la poesía junto a unas compañeras de lujo en el Boulevardier Speakpoetry.
Esta movida es un recital mensual de poesía y lo que surja que tendrá lugar en la cocktelería Boulevardier Speakeasy (C/ Jussepe Martínez 16, Zaragoza), en el local del antiguo Viva La Vida, por el centro.
El buenardo de mi amigo Andrés Llena (a.k.a Beeman Riu, a.k.a El Hombre Abeja, a.k.a Ese Tío) ha tenido a bien invitarme para que diga mis cosas en el estreno del ciclo, así que iré super a tope con textos bien darks, como debe ser. No soy un poeta alegre, si es que tal cosa existe.
Pero el plato fuerte de la noche son las maravillosas y estupendísimas Sara Balporte y María Barrós, ambas ganadoras en distintas ediciones del Slam de Zaragoza y dos de las mejores poetas que te puedes echar a la cara. De hecho yo sólo he aceptado ir para poder escucharlas recitar en primera fila.
Entrada libre hasta completar aforo y todo eso. Ah, y al final habrá micro abierto por si alguien con problemas de ego quiere subirse a recitar bajo los efectos del alcohol, pero en esta ocasión esa persona no seré yo.
Los microrrelatos
La frasecilla de esta semana era Un eco lejano de clarines y trompetas.
Interés por la música
Un eco lejano de clarines y trompetas permitía localizar el departamento de viento cercano. El otro chico de la sala de espera afinaba con esmero su violín antes de la audición. Y, aunque la clase de percusión del piso de abajo había terminado hace unos minutos, Manuel aún oía en su cabeza el rítmico golpeteo del bombo. En resumen, un montón de ruido insoportable.
La familia de Manuel se había sorprendido mucho cuando, después de una vida de preferir el silencio, el joven había anunciado de repente su intención de ingresar en el conservatorio. Pero más se sorprendió Manu al descubrir que allí no se estudiaba conservacionismo.
La rendición
Un eco lejano de clarines y trompetas anunciaba la inminente llegada de la comitiva.
Los enérgicos trinos contrastaban con el aire lúgubre que cubría a los ciudadanos que esperaban en la plaza del consistorio, exhibendo todos ellos las marcas del largo conflicto. Finalmente, ese día el embajador de Retaria traía la carta de rendición que el gobernador de Mastril debía firmar para finalizar la guerra.
Unos minutos más tarde, el emisario y su reluciente escolta entraron en la plaza y desmontaron delante del gobernador. Este se acercó al embajador y dijo “Hemos estado hablando, y hemos decidido que Mastril no se rinde”.
Entonces voló la primera flecha.
Cita Tinder
Un eco lejano de clarines y trompetas y olor a carne asada, las señales inconfundibles de que hay un mercadillo medieval cerca. Bueno, medieval o romano. O vikingo. No estoy muy seguro de lo que es, pero me parecía un buen plan para una primera cita. Comida, música, puestos de pulseritas… Todo lo que se le puede pedir a un sábado.
Llego y veo a María esperando al lado de unos tipos tocando el laúd. La reconozco por la foto de Tinder. Me acerco y me ve. Pero le cambia la cara y se va corriendo.
Quizás no debería haber traído una katana a un mercadillo medieval.
Las canciones de la semana
Mi amigo Pablo (sí, el de la introducción) me ha sugerido que haga una playlist de Spotify con todas las canciones de la semana, así que, si te interesa, aquí la tienes.
La despedida
Hasta luego. Chao. Adiós.
Un beso.
Nunca he entendí como funcionaba Twitter y creo que tampoco entenderé Bluesky. Creo que, como leí por ahí, (no recuerdo de quién fue, que me disculpe si lee este comentario) soy uno de esos que está en Bluesky por el FOMO. He estado en todas las redes sociales y lo único que me han generado ha sido ansiedad, pero parece que si no estás te quedas atrás.