La presentación
Ey, hola.
Soy Miguel, pero, si estás leyendo esto, seguramente ya me conoces. De todas formas, no está de más presentarme. Al fin y al cabo, nunca llegamos a conocer a nadie, ni siquiera a nosotros mismos.
Por el amor de dios, Miguel, no empieces a divagar en el primer párrafo. Joder, y ahora empiezas con el metadiscurso. Esto va a ser insoportable…
He decidido hacerme una newsletter. ¿Por qué? Para ser sinceros, porque en la newsletter de La Llama Store dijeron que esto es lo que hace ahora la gente guay. Hablaban de que los escritores jóvenes de hoy en día se hacen un Substack, escriben cosas divertidísimas, consiguen acumular un grupo gigantesco de seguidores dispuestos a pagar una mensualidad, y viven de las rentas hasta morir de sobredosis. O algo así.
Por mi parte, me contento con forzarme a escribir cosas hasta que me descubra un productor de televisión de Albacete y me contrate de guionista para los anuncios de la teletienda. Living the dream.
Pero Miguel, ya tienes una web/blog de tecnología cuya última publicación es de 2022, un podcast del que hiciste sólo el trailer y el primer episodio, una cuenta principal de instagram a la que subiste ocho vídeos en febrero, una cuenta secundaria de instagram en la que compartiste media docena de microrelatos hace un año, y una cuenta de tiktok con cero visualizaciones. ¿De verdad nos tenemos que creer que vas a publicar algo aquí?
En primer lugar, me parece de muy mal gusto meter el dedo en la llaga de forma tan gratuita. Y en segundo lugar… Mierda, no sé cómo terminar la frase.
Mira, yo qué sé. Voy a intentarlo, ¿vale? Así me pongo metas a corto plazo, y toda esa vaina. Cada semana escribiré alguna cosilla y te la mando, por pequeña que sea. Puede ser una pieza cómica, un relato policiaco, una poesía triste, o simplemente divagaciones.
Si te gusta, me lo dices, y si no, te borras de la lista y me dejas a lo mio. Tampoco se va a acabar el mundo en ningún caso. Y si te parece que lo que hago tiene algún interés y te apetece compartirlo con amigos, te levantaré el pulgar en señal de agradecimiento (puede que no lo veas, si no estás en la misma habitación que yo).
La chicha
Una cosa que se me da muy bien es reciclar contenido, así que estas primeras semanas voy a mandar los textos que subí a la cuenta secundaria de instagram. Pero aquí los puedes leer completos, ¡eh! Que algún valor añadido tendré que darte.
La cosa es que cuando decidí usar instagram para subir relatos no caí en que hay un límite de caracteres en la descripción de las fotos, así que, claro, subí sólo cachos. Pero los errores del pasado se han demostrado oportunidades del presente, de modo que he aquí los textos íntegros inéditos.
Algo a tener en cuenta de estos textos es que son lo que yo llamo “bocetos literarios”, en los que esbozo algo que me interesa, pero sin completarlo. A veces experimentaba con el narrador, otras con el tono, algunos sirven de prólogo a una posible historia, otros son sólo una escena.
Este lo llamé “La noche que murió Jonathan Pike”, y buscaba jugar con la narración sensorial desde el punto de vista de un personaje. Si te apetece, me dices luego qué te parece.
La noche que murió Jonathan Pike
La lluvia caía pesada en la plaza desierta. La oscuridad sólo interrumpida por las luces de las ventanas del bar.
Un hombre joven permanecía de pie junto a la puerta del local, protegido por el estrecho tejadillo. Inmóvil en la franja de silencio entre el golpeteo de las gotas de delante y el murmullo de la fiesta a su espalda. La mirada perdida en la noche.
El murmullo se hizo rugido por un momento mientras la puerta se abría y cerraba.
- ¡Joder, qué frío! -dijo un hombre a su lado- ¿No te estás congelando aquí fuera?
El joven encogió levemente los hombros por toda respuesta.
Nuevos sonidos llenaron el limbo bajo el tejadillo: una cremallera subiendo, el chasquido de un mechero, una calada, una breve tos.
- ¿Por qué no entras? Ahí dentro se están divirtiendo como hace mucho que no se veía.
Pasaron otras dos caladas hasta que el joven respondió.
- No hay nada que celebrar.
- Es sorprendente de cojones viniendo de ti. ¿Entonces por qué has venido?
- Alguien tiene que vigilar.
- Joder... Hablar contigo siempre es una puta alegría, Tom.
Después de otras cinco caladas, un zapato pisando una colilla.
- Bueno... Disfruta de tu pulmonía. Nos vemos...
Un disparo en la distancia.
- ¡Coño! ¿Qué ha sido eso?
Otros tres disparos.
El joven trató de distinguir la dirección. El eco de la detonaciones y la lluvia hacían la tarea difícil.
Un disparo. Otro más.
¿Noreste? Sí. Seguramente la casa del señor Chacolsky. La opción más lógica.
- ¡Voy a avisar a la gente para que se refugien!
- No es necesario.
Tom finalmente aparto la mirada de la plaza y se giró hacia Oscar Matis. A pesar de ser casi diez años mayor, el hombre parecía un niño asustado en ese momento, con una mano temblorosa en el pomo de la puerta.
- No tiene sentido sembrar el pánico ahora; esta noche deberíamos estar a salvo. Déjales que disfruten.
- ¿De qué coño hablas?
El hombre parecía al borde de un ataque de nervios. Tom siempre se sorprendía de que algunos habitantes de Servin no estuviesen acostumbrados a la violencia constante. Un tiroteo nocturno sólo era una forma más obvia, pero no muy diferente de lo que llevaba pasando siempre.
- Puede que Jonathan Pike fuese el mayor hijo de puta de esta ciudad, pero no hay nada que celebrar en su muerte. Acaba de empezar una guerra para encontrar a su sucesor.
La despedida
Chao. Hasta luego. Adiós.
Un beso.
Y las risotas?