Ey, hola.
Hace un año nació esta newsletter. Era domingo y hacía calor, mucho calor. Estaba a oscuras en mi despacho con las persianas bajadas y el ventilador a tope. La piel se me pegaba a la silla después de haber pasado horas jugando a videojuegos en calzoncillos. Y estaba triste.
Hace un año acepté que mi plan había fracasado. Ocho meses después de dimitir (y por tanto perder el paro) de un empleo de ingeniero bien pagado, apenas había dado ningún paso en la dirección de poder vivir de los escenarios. No nos habíamos puesto en serio a conseguir bolos regulares. Lo de subir sketches a redes lo había abandonado prácticamente antes de empezar. Y, por supuesto, el show de una hora que me había comprometido a terminar antes de verano ni estaba ni se le esperaba.
Hace un año volví a buscar trabajo “de lo mío” para dejar de quemar mis ahorros en la pira de mi autoengaño. Me saqué otra certificación profesional con la que adornar mi CV y procedí a mandarlo a cualquier oferta de “DevOps/Cloud/Infra/Platform/Suputamadreenvinagre Engineer“ que no me pareciese horrible (lo cual no me dejaba una selección especialmente amplia, todo sea dicho). Y confronté una dolorosa realidad: que no iba a ser capaz de compaginar un trabajo de ingeniero mentalmente exigente con el entrenamiento creativo y escénico constante necesario para una carrera de cómico.
Pero entonces pensé que quizás había un camino alternativo. Ya que en cualquier caso voy a necesitar un trabajo para pagar las facturas hasta que logre vivir de hacer mis mierdas, trabajaré de guionista en las mierdas de otros.
¿Es fácil ganarse la vida como guionista en España? En absoluto. ¿Es más viable eso que vivir de actuar? Por supuesto. ¿Me será más sencillo mejorar como cómico y llegar a vivir de ello si dedico ocho horas al día a escribir que si paso esas mismas horas haciendo debugging de problemas de rendimiento de emuladores virtuales en clouds híbridas™ como hasta ahora? Por descontado.
Para lograr meter cabeza en el hermético ecosistema de las salas de guión de producciones españolas se necesitan habilidades, contactos y un portfolio, así que, hace un año, tomé la decisión de empezar esta newsletter y estudiar un máster de guion.
Hoy, un año más tarde, he tomado un vermut cerca de mi nuevo piso de Madrid con uno de los que serán mis compañeros de clase dentro de poco.
Han pasado muchas cosas en los últimos doce meses. Buenas y malas. Personales, profesionales y sanitarias. He dado pasos hacia adelante y hacia atrás.
Me he sentido solo y rechazado. Me he ilusionado y me han hecho daño. Me he enfadado, mucho, con otros y conmigo. Estoy en mi peor estado de forma física en años, y sigo expandiendo mi colección de dolencias, especialistas y pruebas médicas.
Pero también he podido ver una y otra vez que hay personas que siempre están ahí. He mantenido el compromiso más duradero y estable con un proyecto individual de toda mi vida a través de las 47 entregas de esta newsletter. Preparé mi candidatura a un máster muy cotizado, y, no sólo fui seleccionado, sino que se alabó la originalidad de lo que hice. Finalmente preparé y representé el puto show unipersonal.
Y, lo que a día de hoy más me sorprende y emociona, me has leído. No sé si han sido todas las cartas que he enviado o sólo una, pero me has dedicado algo de tu tiempo y tu atención, dos recursos muy disputados. Lo cual significa un mundo para mí.
Hoy empieza otra etapa de esta publicación y no tengo claro cómo será más allá de que seguiré escribiéndote los domingos. Pero como hay cosas que nunca cambian te recordaré que:
Soy Miguel Escribano y estás leyendo Gritando al vacío, la newsletter que arranca su segunda temporada.
Gracias por seguir ahí.
Chao. Adiós. Un beso.

¡Hola, Miguel! Ojalá que lo consigas y una vez en ese mundo, todo sea y vaya todavía mejor de lo que esperas. ¡Mucha fuerza!
Aquí seguiremos en septiembre!