Ey, hola.
Hoy es lunes. Esto puede resultar desconcertante en el contexto de esta newsletter, ya que se publica los domingos, pero en la vida a veces lo que parecía un domingo acaba siendo un lunes. Y no sé tú, pero yo últimamente estoy teniendo muchos lunes.
Lo curioso es que, analizado por si solo, un lunes no deja de ser un día laboral como cualquier otro. Su naturaleza no es intrínsecamente buena o mala; ningún día de la semana lo es. Lo que convierte al lunes en la más vilipendiada de las jornadas es el drástico contraste de realidades, el agravio comparativo con el momento previo, el abrupto bajón tras el domingo. La llegada del lunes es un golpe que no por esperado y periódico se hace menos doloroso. Los lunes del calendario son un despiadado recordatorio de los altibajos de la vida.
Sin embargo, los lunes metafóricos difieren de los literales en que se ensañan, no en el desajuste de estados previsibles, sino en el de las expectativas. Un lírico domingo deviene lunes cuando los planes saltan por los aires y toca emprender el laborioso proceso de reconstruir. Y ese es justamente el tipo de lunes del que hablo hoy.
En cualquier caso, real o conceptual, un lunes es un acantilado por el que despeñarse, con mayor o menor maña, a veces despellejándose las manos y otras rompiéndose las piernas. Si nos ponemos la boina de analista, un lunes tiene el mismo gráfico que una apertura de bolsa a la baja provocada por una declaración incendiaria de un mandatario enajenado o por un carguero atascado en el canal de Suez.

Pero, en honor a la verdad, al igual que la bolsa, la tendencia en mi vida es alcista a la larga. Tras cada lunes negro empieza la recuperación y se acaba rebosando el punto de inicio, llegando un poco más lejos de donde empecé. Soy muy afortunado en ese aspecto, ya que a mucha otra gente los palos los van hundiendo cada vez más, de modo que mi intención es ponerle buena cara al mal tiempo y recordar que, sin lugar a dudas, podría ser peor.
Al fin y al cabo, el momento que nos toca vivir no da pie a la autocompasión de alguien con los recursos y privilegios de los que disfruto.
“Eso está muy bien y demuestra madurez emocional, ¿pero dónde están los chistes, Miguel? No era esto una newsletter de comedia.”
Bueno, para ser justos, siempre he defendido que esta es una publicación de entretenimiento, lo cual puede significar muchas cosas. Hay una industria entera basada en el morbo y la autoexposición de las vísceras de uno mismo.
No obstante, he de confesar que ahora mismo no tengo claro qué quiero hacer o decir en estas misivas. Podría limitarme a mantener el formato previo, con todas las peculiaridades y reconocibles características estructurales y de tono que has aprendido a amar y esperar de Gritando al vacío durante el último año, pero siento que debo cambiar y explorar algo nuevo. ¿Qué? No lo sé. Supongo que tendré que descubrirlo sobre la marcha, igual que fui encontrando todo lo que definía la newsletter hasta ahora.
Podría pedirte que me mandases tus sugerencias sobre qué hacer en esta nueva etapa, pero me parece un moviemiento barato y bastante vago por mi parte. Ya bastante haces leyendo mis mierdas como para ponerte deberes.
En fin, que esta publicación va a volver a ser experimental y deambulatoria durante un tiempo (como si lo hubiese dejado de ser en algún momento, ja). Intentaré no limitarme a hacer ensayos contemplativos existencialistas, pero no prometo nada.
Espero que estés disfrutando del verano, y si no, recuerda que, como rezaba el anillo en aquel cuento, “Esto también pasará”.
Un abrazo.
Esto también pasará 😻