La tabla de contenidos
1. La tabla de contenidos: mejor que la web de Renfe.
2. La introducción: mejor que el control de pasajeros.
3. La promoción: mejor que los baños de pago.
4. Los microrrelatos: mejor que leer el libro del de al lado.
5. Las canciones de la semana: mejor que escuchar la conversación telefónica del ejecutivo.
6. La despedida: casi igual de guay que salir del tren.
La introducción
Ey, hola.
Soy Miguel Escribano, y estás leyendo Gritando al vacío, la newsletter que se escribe desde un caluroso vagón de AVE. Una vez más, me veo obligado a confrontar una cruda realidad: por mucho que me empeñe, llevar mallas debajo del vaquero no es el equivalente práctico en las piernas a llevar chaqueta y abrigo en el torso, ya que el abrigo te lo puedes quitar cuando pasas de la calle a un interior, de modo que lo correcto y sensato sería llevar mallas y un pantalón de stripper con velcro de los que se arrancan de un calenturiento tirón.
Pero, como en tantos otros aspectos de mi vida, no tengo la presencia de ánimo ni la confianza ciega en mi mismo como para llevar a la práctica esa inapelable lógica. Y todo por el miedo al qué dirán, a las miradas de desaprobación, al rechazo de mis iguales. En fin, qué pena.
Las convenciones sociales occidentales nos están cerrando puertas a un mundo mucho mejor. Yo voy a pasar calor durante hora y media por no atreverme a quitarme los pantalones, aún llevando algo debajo, por si alguien me dice algo. Y, en general, todos vamos a pasar calor durante el resto de nuestras vidas por no atrevernos a desempolvar unas cuantas horcas y antorchas, por miedo a herir los sentimientos de los directivos de las megacorporaciones que hacen lobby desde hace décadas para incrementar sus gargantuos beneficios a costa de nuestro futuro.
Pero no te preocupes, mi muy estimado lector, que la edición de hoy no va a ser una arenga revolucionaria que llame a tomar acción violenta de una vez por todas, en vez de proseguir en el aletargado decaimiento en el que nos ha sumido la propaganda capitalista, que tanto esfuerzo pone en fingir que este tren directo a un estereotípico puente roto es el mejor sistema posible para la raza humana. No, esta entrega no será nada de eso, pero por el único motivo de que no soy lo bastante buen cómico como para hacer chistes graciosos de las cosas que me enfadan de verdad, y esta publicación sigue teniendo ante todo una intención humorística.
Cierto es que no todo el humor es gracioso y que la sátira es una herramienta de denuncia inherentemente agresiva, pero no nos pongamos técnicos, por favor, que bastante calor estoy pasando aquí dentro. Si quieres escuchar a gente lista y preparada hablando de filosofía de comedia, escucha a Kike García y Xavi Puig de El Mundo Today, que para eso son los mejores en lo suyo.
Por otro lado, tampoco pretendo subirme al carro de hacer guasa del caso de Luigi Mangione por dos motivos principales, a saber, que prefiero que estos textos sean, dentro de lo posible, atemporales para poder releerlos en cualquier momento, y porque me aburre seguir modas de memes. De modo que no me posicionaré públicamente y recurriré al extremocentrismo que tan bien funciona en redes:
Ni CEOs ni asesinos, igualdad.
Eso sí, me quitaré la máscara de influencer para decir, con la mayor de las sonrisas de lobo de cuento infantil decimonónico, que me produce un inmenso regocijo leer noticias de aseguradoras estadounidenses cambiando repentinamente de postura en asuntos “polémicos” como “negarse a proveer cobertura para anestesia a pacientes” o “enviar recaudadores a las casas de gente con deudas médicas”. Nada como un buen incentivo para tomar buenas decisiones.
Así pues, dado que no voy a hablar en absoluto de nada de lo anteriormente mencionado, compartiré algo que me ha producido una indescriptible alegría. Esta semana, después de meses de espera y anticipación, ha tenido lugar el show de Ignasi Taltavull. Haber sido parte de la producción de este espectáculo tiene un significado muy especial para mi, por motivos en los que no entraré porque, a diferencia de lo que pensáis algunos lectores, esto no es un diario. Pero es que además Ignasi nos pidió a mi compañero Sergio y a mi que fuesemos sus teloneros, de modo que también fuimos parte del espectáculo.
Y vaya espectáculo. Tenía las expectativas altas y aún así el cabrón las superó de sobra. Habiendo sido alumno suyo, conozco de primera mano la metodología psicótica que ha seguido para escribir y refinar el show, y he de admitir que el resultado la valida: el producto que ofreció a las 160 personas del público es orfebrería cómica.
A falta de lo que pueda pasar en las dos últimas semanas de diciembre, puedo decir que “Ya no sé ni lo que digo” es el mejor show de comedia que he visto en directo este año, empatado con el de Faemino y Cansado. Si hablamos en términos absolutos de comedia que he consumido (y que recuerde así al pronto, lo cual me parece un buen indicador de que me haya impactado), mi top de este año, en ningún orden particular, es:
“Ya no sé ni lo que digo” de Ignasi Taltavull (directo)
“17 veces reloaded” Faemino y Cansado (directo)
“El último show” de Kike García (Filmin)
“Baby J” de John Mullaney (Netflix)
“Feltopia” de Randy Feltface (Youtube)
De todas formas, tengo de tarea para el 2025 ver más comedia de formato largo (y con un poco más de variedad demográfica, la verdad) y analizarla. A ver si lo logro.
Hola de nuevo. Había dado por terminada esta introducción, pero el final del trayecto en AVE me ha regalado otro momentito de comedia cotidiana.
Tras llegar a Barcelona con 40 minutazos de retraso, se han abierto las puertas y hemos desembarcado masivamente. Sin embargo, al bajar al andén había algo raro; esa no era la estación que he transitado tantas veces, sino más bien un desangelado apeadero de túnel de metro. Confusos, hemos echado a andar, hasta que unos metros más allá ha aparecido una señora de Renfe gritando que todo el mundo volviera al tren, que se habían equivocado. Una vez dentro, han abierto las puertas del otro lado del vagón y ya hemos aparecido, como por arte de magia, en la tan ansiada estación de Sants.
No sé, a mi me ha hecho mucha gracia. La vida, que da sorpresas.
La promoción
¡Queda una semana! El domingo 22 estrenaremos a las 19:00 en El Refugio del Crápula nuestro show Especial fin de año 2024.
Estamos preparando un espectáculo único que sólo haremos dos fechas y luego quedará enterrado para siempre en el cementerio de la comedia. No te lo puedes perder.
Los microrrelatos
Iré de frente: no hay relatos nuevos esta semana, y raro será que los haya la que viene.
Lo sé. Es duro para todos.
Pero no permitiré que sólo haya malas noticias. He hecho arqueología en mi ordenador y he dado con unos textos que escribí en 2014 para un concurso de microrrelatos al que no recuerdo cómo llegué a apuntarme.
Estos increíbles hallazgos literarios dejan claro, por si cabía alguna duda, que siempre he sido un intenso y un notas, de modo que revolquémonos juntos en este añejo fango. ¡Adelante!
Corre, niña, corre
Corre, niña, corre.
Corre por el largo pasillo. Huye de la sangre y de los cuerpos. Mamá está muerta. Papá está muerto. El monstruo los mató. Corre, corre sin parar. No pudiste hacer nada para evitarlo. Corre. Ya vienen con sus luces amenazantes. Escóndete en el cuarto más oscuro y mira tus manos manchadas de sangre. Las sirenas lloran por ti.
Sonríe, monstruo, sonríe.
Lunes
Desde que tuvo uso de razón odió los lunes.
Durante mucho tiempo hizo el esfuerzo de intentar aceptarlos, pero no sirvió de nada; como si de un insoportable e inútil familiar se tratara los lunes le acompañaban y atormentaban, incluso en sus momentos de más dichosa felicidad.
A causa de esto se dedicó al estudio de las ciencias políticas y humanas, trabó amistad con algunas de las figuras emergentes del panorama mediático nacional, se hizo famoso, creó un partido populista, y, finalmente, fue elegido presidente. Su primera moción fue la de prohibir constitucionalmente los lunes.
El siguiente domingo por la noche se ordenó a la población que permaneciera en sus casas, las fuerzas armadas salieron a las calles y al dar las doce todo el potencial bélico nacional se usó para destruir al proscrito día.
Lo último que pensó el presidente tras ser herido de muerte por una bala perdida fue "¡Por Dios, cómo odio los lunes!".
Las canciones de la semana
Puedes encontrar la lista de reproducción completa aquí.
La despedida
Hasta luego. Adiós. Chao.
Un beso.