La tabla de contenidos
La tabla de contenidos: el resumen de los contenidos de la newsletter.
La introducción: te cuento mi alegría por limpiar, pero me voy por la tangente.
La promoción: entradas para un show que voy a hacer.
La poesía: una poesía muy intensa sobre la autoexigencia.
El relato: un relato cortito del apocalipsis bastante intenso también.
La despedida: aquí te digo adiós y te mando un beso.
La introducción
Ey, hola.
Soy Miguel Escribano y esta es mi newsletter Gritando al vacío. Te escribo estas palabras mientras respiro el aroma combinado de mi friegasuelos rosa y mi friegabaños azul, lo que yo considero el olor de la victoria.
Vivir solo es, como suelen decir los científicos y sociólogos, una auténtica movida. No hablo de independizarte como tantos jóvenes que dicen “ya no vivo con mis padres, ahora vivo solo” mientras se ven abocados1 a compartir pelo púbico en la ducha con otros cinco desconocidos, sino de ser el único ser vivo que habita una vivienda. Ni animales, ni plantas, ni hostias en vinagre, solo.
Bueno, para ser justos, sí que convivo con algunos animales y plantas, pero es más por falta de remedio que por voluntad.
Por ejemplo, el año pasado aparecieron un par de arañitas en el cuarto en el que trabajo y tomaron refugio en el radiador. Después de un par de intentos de matarlas acepté que sus reflejos y velocidad de movimiento eran superiores a los míos, así que concedí en permitirles vivir ahí metidas con tal de que no se acercasen mucho a mi. No sólo eso, sino que un día que maté un mosquito deposité el cadáver debajo del radiador para que dieran cuenta de él, en un acto de fraternal unión entre especies que hubiera emocionado a Spielberg. Todo esto teniendo en cuenta que no soy en absoluto fan de los arácnidos y que en algunos puntos de mi vida he tenido directamente aracnofobia. Que me den ya el Nobel de la paz, por favor, que soy el Mandela de esta generación.
Por otro lado, en el ámbito vegetal he descubierto, con gran sorpresa y cierto regocijo por presenciar la magnífica resiliencia de la vida, que las semillas de los tomates pueden quedarse enganchadas dentro del desagüe y brotar, llegando a asomar una tímida hojita para saludarte con inocencia al ir a fregar los platos. ¡Qué hermosa es la naturaleza!
Bueno, a lo que iba, que vivir solo es una movida, porque, sorprendentemente, las cosas sólo ocurren cuando las haces tú. No hay nadie a quien echar las culpas o en el que cagarse cuando tomas algo con amigos. Eres el único responsable del infierno en el que vives. ¿No hay papel higiénico? Tu culpa. ¿No hay nada para cenar? Tu culpa. ¿Has esperado tanto para comerte el melón que se ha podrido y ahora la nevera huele a muerto? Tu culpa, que sabes perfectamente que lo que te gusta es la sandía y aún así has comprado medio melón para ti solo, imbécil.
Eres un adulto funcional y buscas soluciones, claro. El melón se puede tirar, la cena la compras en el bar de abajo, y el culo te lo lavas en la ducha, porque el bidé suena a afrancesado y por ahí no paso. Puedes salir airoso de muchas situaciones, pero de lo que no puedes escapar es de la entropía, colega. La termodinámica siempre gana, y en este caso lo que gana es que tengas la casa hecha una mierda. No importa cuántas veces limpies, todo tiende al caos. Incluso si no haces nada y te limitas a tumbarte en el suelo a mirar el techo, tus células muertas se irán desprendiendo de tu piel para formar parte de la creciente capa de polvo que cubre cada rincón de tu alma añeja y vapuleada por las inclemencias de la vida adulta.
Hay que joderse.
Pero, ¿qué demonios es la vida sino una guerra constante e interminable en la que cada día es una batalla nueva que librar? ¿Hemos de rendirnos y dejar que nos lleve la muerte ante la ineludible derrota de la contieda? ¿O somos capaces de levantarnos cada mañana a defender con la bayoneta en ristre y el cuchillo entre los dientes cada maldito centímetro de esta trinchera cubierta de barro, sangre y heces que es la existencia, por el mero motivo de proteger lo que es nuestro y no nos debe ser arrebatado? Y lo que es más importante, ¿por qué hay tantos vídeos de autoayuda basados enteramente en arengas belicistas y montajes de “Salvar al soldado Ryan” destinados a convencerte de que friegues los platos y vayas al gimnasio? Esta última es una pregunta rétorica ya que conozco perfectamente la respuesta, al igual que un montón de tipos que se están forrando a costa de vender una idea hipertrofiada y tóxica de la masculinidad clásica a chavales sin autoestima que acaban convencidos de ser fucking apex predators que se merecen todo lo que la sociedad y las fucking minorías les han quitado. Pero de eso ya hablaremos otro día :D
Yo personalmente elijo un enfoque intermedio: seguir adelante unos días y rendirme otros, alternativamente. No digo que sea la panacea, pero menos es nada. La clave es darle valor a las pequeñas victorias y abrazarse a uno mismo, orgulloso de no haber sucumbido al hastío.
Y para mi el pináculo de esas pequeñas victorias es limpiar la casa y que huela a limpio. Mandar esta newsletter cada semana está subiendo rápidamente en el ranking de mis generadores de dopamina, pero no hay nada que supere a mirar el váter y verlo completamente blanco y brillante.
Estoy seguro de que esto es lo que siente un padre cuando coge por pimera vez en brazos a su hijo recién nacido. Y también estoy seguro de que tienes un amigo rarito al que le harán gracia las cosas que cuento en la newsletter, así que hazle el favor de mandársela. Te lo agradecerá. O no. Quién sabe.
La promoción
Otra vez septiembre. ¡Yeeeey!
Empieza el curso y con él vuelve una vez más LA COMEDIA.
En Somarda’s Co., tu productora aragonesa independiente de confianza, ya hemos sacado la programación del mes, y la joya de la corona es el show que hago a pachas con mi colega Sito Sevilla el domingo 29 de septiembre en El Refugio del Crápula.
Nos hacemos media hora de monólogo cada uno y nos presenta el buenardo de Andrés Llena.
Si te apetece abrir boca, aquí está Sito insultándome en el último show de la temporada pasada. Como es un cagao, no ha subido el momento en que yo me metí con él, pero el muchacho es gracioso y le tengo aprecio, como el que le tendrías a un perro un poco tonto que se mea encima al verte llegar.
Vente, va. Y trae a tus colegas. Nos vale perfectamente con que vengan tus colegas, pero tú eres guay también.
La poesía
A colación de los chistes de Sito, hace ya un par de semanas que no hago apología de la poesía, de modo que aquí te dejo una. Esta la escribí a raíz de ganar una edición de la temporada regular de la slam que ya comenté en anteriores ediciones.
Leyendo este texto hay quién diría que me tomo las cosas muy a la tremenda, o que soy un intenso, pero yo prefiero pensar en términos de “genio atormentado” o “alma incomprendida”.
Y sí, hay una referencia a C. Tangana. Te quiero, Puchito.
Os odio
Estimado público, poetas y organizadores,
me habéis jodido.
Os mostré el contenido
de una vieja caja encadenada
escondida en el desván de mi mente
y me coronasteis campeón por ello.
Y ahora noto las espectativas
clavadas en mi nuca
porque me he declarado poeta
reclamando la autoría
de unos textos publicados
a título postumo.
Mi poesía es desbordar
y la persona que se derramó
en esos versos
ya no está
ni debo volver a estar.
Así que me encuentro seco de lírica,
pero no porque se haya agotado mi manantial,
sino porque he arreglado la fuga
que tanto me empapaba.
Y hoy
vengo aquí con las manos vacías
y la mente inquieta.
Porque sé
que habéis venido a sentir,
a estremeceros de calor
ante la hoguera en la que me inmolo.
Y sin embargo,
yo ya soy un golem de ceniza
que no ha de volver a quemarse otra vez,
no con esa violencia.
Y me pregunto,
con una congoja propia
del que muchas veces
no fue suficiente,
si,
carente de piroplastos,
podré volver a ganar vuestro aplauso.
Y os odio por ello.
Porque os temo.
Me aterra vuestro anónimo rechazo,
vuestra silente decepción,
vuestra compasiva palabra de validación
cuando penséis que
al menos me he esforzado.
Y sin embargo,
aquí estoy,
porque os necesito.
Y por ello también os odio.
Así que seguiré viniendo
a intentar complaceros
y haceros sentir,
y a sentirme insuficiente en la victoria,
y bapuleado en la derrota.
Adicto a creerme juzgado mediocre,
persiguiendo el fracaso
como un literario ludópata.
Y avergonzado
de que las mejores palabras
para describir esto que me atormenta
las haya escrito otro:
"Es un veneno
que llevo dentro,
que estáis alimentando,
que va a hacer que me mate
mientras todos seguís ahí mirando"
El relato
He decidido empezar a participar en el concurso de microrrelatos de la Cadena SER “Relatos en cadena” y reciclarlos aquí para matar dos pájaros de un tiro: escribir regularmente y la posibilidad de ganar un dinero.
Sin embargo, no puedo publicarlos hasta que se resuelva la votación semanal de este lunes, de modo que empezaré a publicarlos en la próxima entrega. ¿Por qué te cuento lo que ocurrirá dentro de una semana? Porque así te tengo en vilo. ¡Ja! Estoy jugando con tu mente. Soy un genio del marketing.
Para compensar, aquí tienes otro de los viejos. No es muy alegre, pero ya no queda mucho material en la despensa, así que habrá que pasarlo con un chato de vino o algo.
La cosecha
Llegaron sin que nos diéramos cuenta. No aparecieron en amenazadoras naves, ni nos mandaron crípticos mensajes. Simplemente llegaron.
Ni siquiera se molestaron en atacarnos, igual que un operario no presta atención a las hormigas del campo que va a arar. Más tarde entendimos que habían venido justamente a cosechar la Tierra.
De alguna forma inimaginable para nosotros se llevaron el calor del interior del planeta. Tardaron sólo unos pocos días. El rápido enfriamiento solificó primero el manto y luego el núcleo, lo que contrajo el diámetro del conjunto. La corteza terreste, que previamente flotaba sobre el manto, colapsó. Las placas tectónicas se partieron y se montaron unas sobre otras, haciendo desaparecer los continentes tal y como los conocíamos. Gran parte de los océanos y la atmósfera salieron disparados por los choques. Los seres vivos corrieron una suerte similar.
Y tal como vinieron, se fueron.
Han dejado atrás un planeta muerto, exprimido. Ya ni siquiera hay campo magnético, porque lo producía el núcleo al rotar, por lo que la superficie está a merced de la radiación solar. Seguramente no volverá a surgir la vida.
Sólo quedamos los que estábamos en el espacio. Tuvimos una visión privilegiada del Apocalipsis y ahora somos custodios de unas imágenes que no nos dejan dormir. Pero no por mucho tiempo. El último mensaje que recibimos de la estación espacial china era de despedida; han dedicido no alargar más su agonía.
Tampoco lo haremos nosotros.
La despedida
Hasta luego. Adiós. Un beso.
Chao.
Durante un segundo he dudado sobre la ortografía del verbo “abocar”, porque me ha salido instintivamente escribir “avocado”, aguacate en inglés (las maravillas de trabajar durante años en otro idioma y perder el propio en el proceso), y he descubierto que existe el verbo “avocar” en el ámbito jurídico. Qué lengua más llena de recovecos.